Del guion a la revolución:
La historia tras Dead End
Todo empezó hace más de una década.
En 2011 rodé Russian Roulette en Los Ángeles, y durante ese tiempo establecí contactos con algunos productores americanos. Al año siguiente, John Hicks —fotógrafo y director de fotografía inglés— me propuso rodar juntos un cortometraje, una road movie en las Islas Canarias.
El proyecto se llamaba Dead End.
por Conrad Mess

Un año más tarde, uno de los productores de LA me ofreció algo inesperado: quería que escribiera el guion de un largometraje que él mismo produciría. Me aseguró que podía conseguir diez millones de dólares de presupuesto. Hablé con John Hicks y le propuse dar el salto: convertir nuestro corto en un largometraje. Aceptó sin dudarlo.
Terminé el guion en 2014. El productor estaba entusiasmado y comenzó a mover los hilos para reunir la financiación. Mientras tanto, yo formaba un equipo internacional de primera línea, con profesionales que habían trabajado en grandes producciones. Dead End estaba a punto de convertirse en una realidad.
Pero no lo fue.
Durante 2015 el productor fue incapaz de cumplir sus promesas. En 2016, se unió un productor canadiense que también intentó sacar adelante el proyecto durante un año, sin éxito. En 2017 aparqué Dead End y volví a los cortos. Rodé Time to Pay Off Debts en Nueva York, incluso parte del rodaje lo dirigí desde España por Skype.
Ese mismo año decidí dejar los cortos y centrarme en sacar adelante Dead End en mi país. Me resultaba imposible producir una película americana viviendo en España: no podía dejar mi familia, mis negocios ni mi vida para irme a intentar suerte a Estados Unidos.
La hipoteca no se paga sola.

En 2018 contacté con productores nacionales. Estoy especialmente agradecido a Ricardo García Arrojo por su apoyo y consejos. Pero Dead End era demasiado americana y demasiado cara para financiarla aquí. Las subvenciones estaban vetadas por su estilo y su contenido. Me sugirieron que escribiera algo más contenido, rodado en España y en castellano. Así nació El Incidente, un thriller de ciencia ficción desarrollado en una sola localización. Pero como no me gusta ser convencional, escribí el guión con una narrativa fragmentada, rodada en primera persona desde múltiples puntos de vista, y acabé creando algo original, intenso y de nuevo… demasiado arriesgado.
En 2019 fundé una productora internacional con una socia. Comenzamos a preparar ambos proyectos. En 2020 llegó el COVID y lo paralizó todo. En 2021 retomamos El Incidente, el proyecto más asequible. Teníamos el equipo, algunos actores de renombre internacional... pero por tercera vez, la financiación volvió a fallar. Disolví la productora y decidí empezar de nuevo.

En 2022 entró un nuevo productor: el más eficiente hasta la fecha, con un gran bagaje profesional. Se enamoró del proyecto, pero la vida —una vez más— se interpuso. Tuvo que abandonarlo temporalmente. Me prometió que al regresar, lo retomaría.
Ese verano, tomé una decisión.
Escribiría una novela.
No necesitaba dinero, ni actores, ni permisos, ni equipo. Solo mi mente, mi ordenador y mi tiempo. Así nació Dry River City, una ucronía noir de terror sobrenatural que parte de una idea para guion y que se ha transformado en una trilogía literaria. En diciembre de 2024 terminé el primer volumen:
El Orfanato – Libro Primero – Volumen I: Historias de Dry River City.
Más de 750 páginas que diseccionan una ciudad podrida por el mal, con una prosa oscura y una atmósfera asfixiante.
En enero de 2025 comencé el proceso de afinado, pidiéndole análisis a ChatGPT para revisar cada capítulo en profundidad, bajo 12 parámetros distintos. No estaba dispuesto a publicar algo que no fuese lo mejor que yo fuera capaz de escribir.
Y entonces me asaltó una revelación.


En julio de 2025 decidí producir Dead End como había hecho con la novela: con mi mente, mi ordenador y mi tiempo. Sin esperar financiación. Generarla por completo con Inteligencia Artificial.
Tracé un plan junto a ChatGPT: usar Sora (la IA generativa de vídeo de OpenAI) como herramienta principal cuando estuviese completamente operativa.
El camino va a estar lleno de obstáculos, pero también lo estaba el otro, y en este al menos no necesito permiso de nadie.
El 31 de julio de 2025, una segunda revelación: ¿y si no lo hago solo?
¿Y si convierto Dead End en un proyecto colaborativo internacional?
Unimos fuerzas. Reunimos artistas visuales, generadores de vídeo con IA. Cada uno desde su país, su estudio, su tiempo. Yo como director. Ellos como equipo. Y juntos sacaremos adelante la primera película profesional generada con IA que verás en Netflix, HBO o alguna plataforma que se atreva a apostar por lo nuevo.
Ahora solo queda una cosa: planear cómo lo haremos, cómo seleccionaremos a los colaboradores, cómo organizaremos el trabajo remoto y cómo compartiremos los beneficios cuando llegue la hora.
Pero eso, amigo lector, será otra historia.
¿Te gustaría formar parte de esta revolución?

